Hace unos meses, nos
comentaron de una máquina engavilladora que estaba desmontada dentro de una
casa, el dueño actual había heredado la casa que había estado cerrada
exactamente cuarenta años. Él no sabía qué hacer con todas las cosas que había
encontrado y sobre todo con las máquinas grandes. Llamó a un chatarrero, pero a
estos solo les interesaban las cosas de anticuario y el resto se lo llevaban a
precio de chatarra.
Así que nos pusimos en
contacto con el dueño (la engavilladora nos aseguro que solo se había utilizado
un año y en pocas hectáreas, según los vecinos) y nos comento que podíamos
llevarnos todas las cosas grandes, tan solo con la condición de que las conserváramos
en museos o como aperos para ocasiones especiales como la fiesta de San Antonio
Abad (Tres Toms) en Cataluña o cosas similares.
Concertamos el día para
ir a ver la engavilladora y, por si teníamos suerte, el viaje lo hicimos en un
camión pequeño, por si nos interesaba llevarnos alguna máquina. La sorpresa fue
grata, el señor encantado de que fuésemos a llevarnos los trastos, que decía
él, que le molestaban. Nosotros cuando vimos la máquina, un poco sucia, pero
seminueva y con todas las piezas
guardadas, la pintura intacta y se distinguía perfectamente que era una TREPAT
de ruedas de hierro, solo pensamos en cargarla en el camión.
Nos pusimos manos a la
obra, y entre los dueños y unos vecinos con la ayuda de un tractor pala,
empezamos a sacar el cuerpo con las ruedas, el corte, las aspas seminuevas con
las letras originales. En poco rato teníamos en el camión la engavilladora, un
rulo de madera de medio metro de diámetro por uno y medio de largo muy bien
conservado de encina, rastrillos, trillos y utensilios varios de labranza.
El problema fue cuando
llegamos y tuvimos que descargarlo todo, guardarlo y ordenarlo, nos dimos
cuenta que casi eran demasiadas cosas.
Un día de estas
navidades, quedamos para ir montando las maquinas, sobre todo la
engavilladora, y entre mecánicos,
aficionados al temas y un jubilado que había segado con estas máquinas, conseguimos
montarla y hacerla funcionar.
Estaban todas las
piezas, pero muy agarrotadas, la palanca de conectar i desconectar la sierra de
corte no respondía, desmontamos la tapa y era que la grasa se había resecado
entre el eje y el trinquete de unión, todo fue suavizarlo con desatascante y un
poco de grasa nueva y a funcionar el embrague. Luego descubrimos como desde el
asiento de hierro el segador disparaba las aspas para hacer la gavilla, entre
ajustes y varillas no fue muy difícil de solucionar. Después colocamos la plataforma
de corte con un pasador tipo bisagra, disponía
de un pestillo/palanca bastante robusto que sirve para levantar la plataforma y
trabarla y así poder ir por el camino. La rueda que va en los extremos de la
plataforma para segar, se cambia debajo de ella. Esta operación requiere de dos
personas, ya que la plataforma de hierro pesa. También colocamos la sierra de
cuchillas, que funciono a la primera por que las cuchillas y los dedos se encontraban en muy buen estado; la unión
con la la biela es muy sencilla, sin tornillos y fácil de montar y desmontar,
un patín que se gira, queda trabado y no se sale la biela de la sierra.
Después montamos las
aspas que acompañan a las espigas para ser cortadas o bien para hacer las
gavillas; no fue difícil ya que también estaban en perfecto estado, con sus
tornillos originales, e incluso los dedos de empuje prácticamente nuevos. Pero no
funcionaba correctamente el disparo de las gavillas a voluntad del segador, es
un mecanismo más sofisticado, después de un rato vimos que todo funcionaba
cuando la rueda grande movía todos los mecanismos, levantamos la máquina y
funcionaba con la palanca a voluntad. En la parte posterior tenía una palanca
que se podía colocar desde 1,0,5,4,3,2 y nadie sabía para que podía ser,
descubrimos cuando todas las palancas iban suaves que si colocabas la palanca
en “0” solo hacia gavillas con la palanca de pie y por ejemplo se colocabas la
palanca en “3” pasaba por encima de la plataforma sin bajar tres aspas y a la
tercera bajaba y hacia una gavilla, así que es para gavillas de diferente
tamaño o en función de la barba.
Entre emoción y emoción
decidimos engancharla a un tractor a ver si funcionaba, y efectivamente, todo iba
como si fuera el primer día que se estrenó.
Quiero agradecerles a
personas como Antonio, Félix, Jaume y Rafael que siempre esten dispuestos a dedicar
su tiempo a arreglar “trastos” como estos para que se puedan conservar en
perfecto estado de funcionamiento.